Advertencia: Este post lo hice con ánimo desenfadado y constructivo, si vas a tomar literalmente las palabras por su significado, mejor cierra el post. Aquí expongo mi opinión ya que no puedo permanecer impasible, como testigo, al autofagocitamiento de la esencia sorda.
Comencemos, era el año 2007, tenía que hacer una tesina para un Máster en Implantología y decidí hacer del tema más aburrido que cualquier mente dentoficiosa haya jamás imaginado: “Biomecánica aplicada a prótesis fija sobre implantes endoóseos”. El caso es que estudié física y, sobre todo, vectores, brazos de palanca, momentos de la fuerza y me dirán ustedes...¡Leñe!, ¿y qué tiene que ver esto con los implantes dentales? y les diré...mucho, pero, ¿con los sordos e hipoacúsicos también? ¡No me lo creo! y les diré...más todavía, ¿y con los bastardos?, reaún más.
¿Por dónde empiezo? por el principio. De todos los conceptos, el que aplico aquí es el del momento de una fuerza cuya fórmula es: M= DxF donde D sería la distancia y F la fuerza.
Al contrario que otro tipo de (dis)capacidades, en el colectivo de sordos e hipoacúsicos prima la heterogeneidad. Para un oyente o quien no esté inmerso en este mundo les diré, además, que hay polémica de cojones aquí. Para haceros una idea, es como si en el colectivo de personas con movilidad reducida, unos pocos consideran que todos deben llevar bastón; otros pocos que todos deben ir en silla de ruedas; otros con andadores y son todos intransigentes, pues imagínate el patio...pues los sordos estamos peor aún porque en medio hay lenguas y entonces todo se trastoca, y más siendo en España.
La cuestión de centro es que hay muchos grupos y subgrupos en este colectivo, produciéndose lamentablemente un fenónemo llamado audismo. El audismo, en resumen, es el desprecio que pueda tener una persona a otra por motivos de audición. Primordialmente, se da de un oyente a un sordo pero, en contra de lo que pueda pensarse, también se da entre los sordos.
Así, por ejemplo, sordos que se expresan oralmente son despreciados por otros que lo hacen en LSE (lengua signos española) y éstos por los primeros, también hay implantados cocleares que desprecian a los sordos que hablan LSE y consideran una aberración esta lengua, éstos son, a su vez, criticados por algunos que hablan LSE “por traicionar a los sordos al no hablar LSE”, esta acción anómala sucede en personas y asociaciones radicales. No obstante, la gran mayoría de los sordos son moderados, flexibles y transigentes pero, de alguna forma, la polémica está ahí, para fastidiar y, tarde o temprano, la pus salpica en algún lugar a todos y se enturbia, hasta se convierte en un tema tabú.
A modo de resumen, tenemos un abanico de colores, para haceros una idea de la diversidad: por cuanto a la lengua, los hay oralistas (se expresan de forma verbal con más o menos dificultad) y signantes (hablan LSE). Por cuanto a prótesis, unos llevan prótesis auditivas (audífonos); otros llevan implantes cocleares; otros rechazan la prótesis; unos entienden perfectamente el sonido sin necesitar lectura labial; otros la precisan, etc. Por cuanto a la esfera social, unos quieren relación con oyentes; otros rechazan la relación con los oyentes y viven sólo con y para los sordos; otros tienen una relación abierta con sordos oralistas y oyentes; otros no reconocen su problema (o su familia) y sólo se relacionan con oyentes granjeándose un sinfín de problemas. Por cuanto a las necesidades de información, unos quieren recibir la información en lengua de signos (intérpretes); otros mediante subtitulado; a otros les da igual un medio u otro; otros no necesitan ni uno ni otro, puesto que son autosuficientes con las prótesis o implantes cocleares; otros precisan bucle magnético.
Así pues, multiplicando las opciones de la situación particular, la esfera social, el requerimiento de medios, etc. Veréis que ¡la lista es variada y amplia!.
El problema es la patente desunión entre los individuos que tienen el mismo problema (pérdida audición en mayor o menor gravedad) y precisan la misma solución (necesidad de recibir la información proporcionada a los oyentes de forma individualizada al sujeto, bien sea por lenguaje de signos, oral con unas pautas especiales, vocalización clara de los labios, etc).
Y aquí es cuando busco una palabra que describa esta situación de desprecio a nuestra propia familia y aquí la encontré: bastardo, tiene otras acepciones pero la que aplico es ésta: 1. adj. Que degenera de su origen o naturaleza. Y es verdad, considero insultante que en pleno 2011 estén algunos ofuscados en tirarse piedras dentro de la misma familia y renegamos de nosotros mismos. ¿Hasta cuándo será esto?. No lo sé, pero hasta que no se consiga una cura para la sordera (el campo de las células madres en el futuro quizás), parece que estamos condenados a no avanzar juntos sino “por vectores” en vez de una suma, muchas veces siendo incluso una resta.
Así, por ejemplo, si algunos sordos requieren la presencia de intérpretes, otros, que no lo precisan, no sólo no ayudan sino que se quejan, si algunos precisan una pantalla subtitulada en el aeropuerto, otros radicales exigen que no, que sólo una ventana con intérpretes y, si no, pues ni subtítulos. A mí, me parecen bien todas las opciones, la accesibilidad en la información no es unidireccional y no debe ser ni excluída ni excluyente. Cada individuo es único por cuanto a sus necesidades de percepción de la información se refiere.
Ahora bien, cada vector, o grupo de bastardos que representa un subcolectivo de este gran colectivo común, que es el grupo de personas con problemas de audición, y que requieren información equivalente al del grupo de oyentes, por unos u otros cauces, cuando realiza una acción, o fuerza, da un resultado que es el producto (M= VxF). Así pues, la acción de reivindicar intérpretes es un hecho común por los sordos que así lo precisen, o la reivindicación de bucles magnéticos en más lugares, por otros tantos sordos que quieren esta solución y que, muchas veces, no precisan intérprete. El impedimento estriba en que tenemos una fuerza limitada cuando actúan los subcolectivos de forma individual.
Ejemplo de acción individual de subcolectivo, firmas para conseguir más intérpretes de LSE, o bucles, por poner un ejemplo:
Sin embargo, piensa por un momento que, en España, donde se estima en más de un millón de sordos los que hay, se creara una confederación en el que aglutine sin audismo alguno, destacados dirigentes de los subcolectivos (sordos implantados, sordos que hablen LSE, sordos con audífonos, etc).
Imagina la fuerza que tendríamos en España, hasta podríamos tener un grupo de miembros que se llamara “forza sorda bastardal” o “bastardos del silencio al poder” que haga una serie de acciones encaminados a mejorar la accesibilidad de los sordos, como un sinfín de firmas para demandar soluciones diferentes para conseguir el mismo objetivo, que todos estemos informados. Sacaríamos una ley para que se tengan en cuenta los intérpretes de LSE y se demanden más, que los aeropuertos, trenes y demás tengan subtítulos en las pantallas, que hayan más bucles magnéticos, es decir, la filosofía de “hoy por ti, mañana por mi”, aunque a mí no me ayude un intérprete de lenguaje de signos, pero yo voto a favor de la iniciativa y hago lo que sea por conseguirlo, porque sé que somos de la misma familia.
Pero ya se está acabando el delirio, como dice uno de mis escritores favoritos “España es un país de gilipollas” y yo os digo: “Y nosotros los primeros de los últimos”. Los primeros, por no estar unidos y los últimos, por enterarnos en último lugar de todas las noticias e información que les llega a los demás por nuestra mismísima culpa. Cuando no existan sordos por los avances médicos, dentro de X tiempo, la sociedad de entonces verá con detenimiento estos momentos a través del periscopio de la historia y se partirá de risa por el tiempo que perdimos.
En la ecuación física que aparece en la parte inferior vemos que con una sola acción o fuerza (por ejemplo, si una plaga de bastardómanos llamara por teléfono o mandara un correo electrónico para mostrar el malestar o queja, hicieran firmas para que cambien una ley y hacerla más accesible), podríamos conseguir un resultante del momento tremedo y conseguir igual una vida más accesible para todos o conseguir, al menos, respeto, dignidad. Por conbicción, y sé que es falta de ortografía pero tengo la suficiente personalidad para equivocarme de forma consciente porque me apeteció poner la “b”, más curvilínea y sugerente que la “v”, digo todo esto aunque sé que me ganaré aún más enemigos de los que tengo, así que, ya puedes sumarte a la lista de éstos o bastardear conmigo. ¿Qué prefieres?